06 julio 2005

Después de leer unas páginas de Schiller

A veces creo haberla comprendido
pero, en realidad, sólo se repite
en mí su letra, su cristal nublado
es todo lo que escucho.
No llego nunca a franquear la puerta
tras la que se abre acaso
la flor de su verdad, la rosa hipnótica.
En mí sólo resuena -como ahora-
esa blanca palabra impenetrable,
su eco torpe: belleza, belleza. Nada más.

CABRERA, Antonio. En la estación perpetua. Colección Visor de Poesía, Madrid, 2000. (p. 44).